Duerme, que viene el coco

miércoles, 24 de mayo de 2017

El hiriente zumbido


EL HIRIENTE ZUMBIDO

Notó su presencia incluso antes de que el maldito mosquito zumbara. No sabía cómo, pero intuía que no estaba solo en la habitación del hotel. Hacía bastante bochorno, y tuvo que conectar el aire acondicionado, a pesar de que no le sentaba nada bien a su garganta. Pero era eso, o sudar y asfixiarse de calor.

Merecía la pena. Al día siguiente a esas horas estaría en el apartamento de Juliette, en Marsella, disfrutando de su amor. Un nuevo «viaje de negocios», al que la empresa le obligaba, disfrazaba los cinco días que se había tomado libres. Lorena no sospechaba nada. ¡Pobre ilusa!

Apagó la luz y se dispuso a dormir. Tenía que coger un avión bien temprano, y debía estar descansado para su encuentro con su bella amante. Ya no tenía veinte años ni el fulgor de antaño. Debía reposar para estar a la altura de la joven.

El zumbido comenzó al momento, en su oreja. Por un momento incluso pensó que se le había metido dentro del oído. Sacudió las manos y encendió la luz. Escudriñó la habitación, pero no logró ver al pequeño insecto. Volvió a apagar la luz, y de nuevo el maldito sonido le hizo incorporarse de un salto en la cama. Esta vez no cesaría hasta acabar con él. Examinó el cuarto a conciencia, y lo encontró. El maldito estaba en el techo, riéndose de él. No lo pensó dos veces y se puso de pie sobre la cama, armado con una toalla del cuarto de baño.

Alzó la mano con fuerza hacia atrás, apuntando al condenado insecto, pero perdió el equilibrio. Cayó hacia atrás, golpeándose fuertemente contra la pared y el suelo, armando un gran escándalo al tirar la mesilla de noche. Dolorido, intentó levantarse, pero le fue imposible. Al poco, el guarda del hotel llamó a la puerta de la habitación, sin duda avisado por algún huésped alarmado.

Perdió el conocimiento, y al despertar se vio rodeado de goteros y cables. Un médico, serio, estaba de pie ante él. Levantó la fina sábana blanca que le cubría el cuerpo y le preguntó si sentía los pinchazos en las piernas.

     ¿Pinchazos? ¿Qué pinchazos?

Rocío Ramírez Gámez. ©








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